Yo habría saltado desde el borde de aquel acantilado, lo juro. 

Pero justo cuando las yemas de mis dedos estaban a punto de iniciar el salto final y precipitarme al vacío, ocurrió un hecho extraordinario: me acordé de que había gente que me quería.

Que le quieran a uno, o mejor dicho, sentirse querido lo puede cambiar todo, incluso en esas milésimas de segundo que me parecieron eternas. 

Es cierto que no disminuye a uno de la caída, pero te da una nueva perspectiva de lo que significa el terror.

Yo habría saltado desde el borde de aquel acantilado, lo juro.

Y fue entonces, en el último instante, cuando algo me cogió en el aire. Ese algo es lo que defino como amor.

Es la única cosa que puede detener la caída de un hombre. La única cosa lo bastante poderosa como para invalidar las leyes de la gravedad.

gravedad
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